jueves, 27 de mayo de 2010

Fragmento de ''vivida imago'' de Manuel Palacios.


¿como en anhelo tanto
noble alumno del arte y de la idea
pedir la pompa del irideo manto
con que la aurora el ambito hermosea?

¿por que ilusion secreta
hoy de tu gloria en feliz camino
de apeles buscas la inmortal paleta
y de timantes el pincel divino?

¿sera que en alto ejemplo
del genio intentas conquistar la altura
y dejar de las artes en el templo
la sublime expresion de la hermosura?

si que en placer bañada
del artista la musa peregrina.

Cecilio Acosta


Cecilio Acosta


Cecilio Acosta

(San Diego de los Altos, 1818-Caracas, 1881) Escritor y jurista venezolano. Catedrático de legislación y de economía de la Universidad Central. histórico-político en la literatura dramática y en la novela (1887). Sus obras completas fueron editadas en 1908-1909, con prólogo de José Martí.

El camino que nos lleva a su palabra prístina es tan imposible y difícil, como el que conduce a su pueblo natal donde se encuentra su hogar, transformado en museo gracias a la labor titánica de Ildefonso Leal. Sus obras también se encuentran lejos de las nuevas promociones y de la palabra doctora del docente moderno, tan ávido de huelgas y compromisos laborales.

En 1856, Cecilio Acosta publica uno de sus más importantes ensayos sobre la educación: Cosas sabidas y cosas por saberse. En 1857, sostiene una polémica con Ildefonso Riera Aguinagalde sobre la doctrina liberal. Por este tiempo mantiene una nutrida correspondencia con notables de Latinoamérica, España y Venezuela. Asimismo, se convierte en un ascendiente moral sobre las nuevas generaciones. En 1870, durante el gobierno de Antonio Guzmán Blanco, aunque en la Universidad Central se hacía sentir el impacto del positivismo y el determinismo, Cecilio Acosta representa un norte para los jóvenes y un puente entre la tradición humanista de Andrés Bello y las nuevas estéticas en ebullición. Muestras del afecto y respeto que despertó entre sus alumnos y contemporáneos fueron las expresiones de cariño de Lisandro Alvarado, científico humanista y el homenaje que le rinde José Martí a su paso por Caracas en 1881.

Andres Mata

Andres Mata


Andrés Mata

(Carúpano, 1870 - París, 1934) Poeta venezolano. Fue colaborador en Caracas en la célebre revista literaria Cosmópolis, principal órgano de difusión de las creaciones líricas de los jóvenes poetas modernistas venezolanos. La publicación de sus poemas en la revista El Cojo Ilustrado empezó pronto a a dar difusión a su obra. En 1896 publicó Pentélicas, un poemario de signo modernista que fue prologado por José Vargas Villa y elogiado por José Enrique Rodó. A esta obra le siguió Idilio trágico (1898). En 1908 fundó el diario El Universal. Fue embajador en distintos países europeos; se hallaba en Francia cuando la muerte vino a sorprenderle a los sesenta y un años de edad. Un año antes había dado a la imprenta una selección de su obra poética titulada Poesías escogidas (1930). En Arias sentimentales y otros poemas (1942) se publicaron a título póstumo las composiciones poéticas escritas por Andrés Mata con anterioridad a sus primeras obras.

Andres Bello


Andres Bello


Nació en Caracas, Venezuela el 29 de noviembre de 1781. Su formación cultural se vio influenciada por hechos como el de haber sido educado por sacerdotes, haberse relacionado con enciclopedistas y haber tenido ilustres amigos como Humboldt. De su brillante curriculum se conoce que dio lecciones gratuitas de geografía a Bolívar, dos años menor que él. Fue enviado con Bolívar y López Méndez a gestionar el apoyo inglés en 1810, se quedó en Londres, donde vivió dando lecciones de latín y castellano hasta 1822, en que obtuvo el nombramiento de secretario interino de la legación de Chile, y después, el de secretario de la de Colombia; en 1829 se trasladó a Santiago de Chile, donde fue rector de la Universidad Nacional e influyó decisivamente en el desarrollo cultural del país. Este venezolano, quien tanto hizo por la educación pública en Chile, personifica las orientaciones y personificaciones de una cultura hispanoamericana independiente.

personificaciones de una cultura hispanoamericana independiente.

Sus dos poemas fundamentales los publicó en las revistas que editó en Londres: en la "Biblioteca Americana", su "Alocución a la Poesía", parte de una composición que debió titularse "América" y que no llegó a la realidad; en su "Repertorio Americano", la "Silva a la agricultura de la Zona Tórrida"; ya en sus primeras poesías se advierte la influencia de Virgilio y la orientación neoclásica que no abandonaría nunca el poeta, a pesar de ciertas chispas de romanticismo

Poema de andres Bello '' Dios me tenga en gloria''

DIOS ME TENGA EN GLORIA
A la falsa noticia de la muerte de Mac-Gregor.

Lleno de susto un pobre cabecilla
leyendo estaba en oficial gaceta,
cómo ya no hay lugar que no someta
el poder invencible de Castilla.

De insurgentes no queda ni semilla;
a todos destripó la bayoneta,
y el funesto catálogo completa
su propio nombre en letra bastardilla.

De cómo fue batido, preso y muerto,
y cómo me le hicieron picadillo,
dos y tres veces repasó la historia;

Tanto, que, al fin, teniéndolo por cierto,
exclamó compungido el pobrecillo:
-¿Conque es así? -Pues Dios me tenga en gloria

Juan Vicente Gonzales


Juan Vicente Gonzalez


El 28 de mayo de 1810 nace en Caracas, hijo expósito, Juan Vicente González, escritor, periodista, maestro y político de fuste. Hizo sus primeros estudios con el eminente sacerdote José Alberto Espinoza; luego ingresó a la universidad y se graduó de licenciado en humanidades.

Estudió latín, filosofía, literatura y gramática. Periodista más combativo y fogoso, ponía tal pasión en cada frase, que hacía temblar al enemigo cuando fustigaba y esclarecía a aquella persona que alababa. Desde las tribunas del diario que fundó, El Heraldo, ataca a cuantos se desvían de las ideas civilistas.

Funda en 1846 el Diario de la Tarde, para combatir la candidatura presidencial de Antonio Leocadio Guzmán. Con miras a su sostenimiento económico, funda el colegio "El Salvador del Mundo", en 1849. Como escritor y poeta fue un romántico. Si en las Catilinarias destilaba el fuego político, en las Mesenianas desbordaban los sentimientos de su corazón. En estos pequeños poemas en prosa, el gran escritor Juan Vicente González describe con profunda tristeza sus impresiones de la Venezuela que tanto conoció y amó.

El título de Mesenianas está tomado de las elegías que sobre Mesania, una región de Grecia, escribieron el abate francés Barthélemy y el poeta, también francés, Casimir Delavigne. Las elegías que integran la obra tratan de muy diversos temas, pero todas tienen en común la preocupación por lo venezolano, la exaltación de los valores patrios y el culto a los héroes; además, todas muestran la profunda tristeza con que el autor fue testigo de los conflictos que, en los últimos años de su vida, desgarraban a su patria. Juan Vicente González, el hombre que habla atacado tan furiosamente a sus enemigos en sus escritos, el apasionado periodista que utilizaba los peores insultos, narra con ternura y gran elevación poética la muerte de Andrés Bello o escribe, con semejantes características, la oración fúnebre de otro gran venezolano: el polifacético Fermín Toro.

Escribió la biografía de José Félix Ribas, un texto de gramática, uno de Historia de Venezuela y el de Historia Universal, que lo escribió estando preso, sin más recurso que su prodigiosa memoria. Esta vida apasionada de Juan Vicente González se apagó el 1ro de octubre de 1866.

fragmento de escrito de Juan Vicente Gonzales


''En todas partes se agita el hombre sobre el mar de la vida, llena de vanos dolores. Pero en nuestra tierra desgraciada, hasta la copa del placer se llena de ajenjo; la primavera de los años se extingue sin honor; suspira la virtud en el menosprecio; toda esperanza es quimera; la existencia es un sueño doloroso''

Juan A Perez Bonalde




Este ilustre poeta venezolano, fue Masón Grado 18°, Demostró cariño por la institución, hizo gran labor cultural dentro las Logias y es citado en las publicaciones masónicas, como un liberal de fuerte sentimiento nacionalista.

Juan Antonio Pérez Bonalde, nació en Caracas en 1846, hijo de Juan Antonio Pérez y Gregoria Bonalde. La violencia política de la época, obligó a la pequeña familia a buscar refugio en Puerto Rico. En esa Isla discurrió la infancia del vate. Tuvo buenos maestros, logrando gran cultura humanística y musical. Aprendió a tocar piano, interpretando a varios de los clásicos más conocidos.

Junto con su familia regresó a Venezuela en plena juventud. Fundó periódicos de oposición en compañía de Nicanor Bolet Peraza. Estaba entonces en el gobierno el General Antonio Guzmán Blanco, quien no obstante su formación masónica, se sintió fastidiado por las críticas de Pérez Bonalde, al cual para silenciarlo lo mandó al destierro.

Pérez Bonalde estuvo exilado en Nueva York. Para ganarse la vida trabajó como agente vendedor de una firma comercial. El destierro enseñó al poeta la importancia de aprender idiomas. No sólo estudió inglés, alemán, francés, italiano y portugués, sino hasta sueco y holandés.

Fue un incansable viajero. Recorrió por casi toda Europa y estuvo inclusive en las selvas del África. Dicen que en una partida de casería en el continente negro, estuvo a punto de ser devorado por un león.

En sus andanzas por los Estados Unidos y Europa, hizo amistad con grandes figuras intelectuales y con prestigiosos dirigentes de la masonería. Fue amigo de Santiago Pérez Triana, Roberto de Narváez y del héroe cubano José Martí.

Pérez Bonalde se casó en los Estados Unidos con una muchacha de singular belleza, en quien tuvo una hija, que fue bautizada con el nombre de Flor, cuya muerte prematura le produjo intenso dolor, escribiendo en su memoria un poema inolvidable.

La nostalgia de Venezuela, le hizo emprender el regreso en 1890. Su vida estuvo llena de penalidades y desengaños. Falleció en La Guaira el 4 de octubre de 1892.

Su obra poemática es vasta y de extraordinaria calidad. "La Vuelta a la Patria", "Flor" y "El Poema del Niágara", son sin duda sus versos más conocidos. Rufino Blanco Fombona, ese excelso escritor masón, fue uno de los apologistas del bardo caraqueño, cuyos restos fueron trasladados al Panteón Nacional el 14 de febrero de 1946.

Para los masones es un motivo de orgullo, el haber contado en sus filas, con un literato de tan elevados quilates, honesto, batallador y con un amor profundo por la libertad.



FRAGMENTO DE '' la vuelta a la patria'' Una de sus obras .


¡Tierra!, grita en la proa el navegante
y confusa y distante,
una línea indecisa
entre brumas y ondas se divisa;
poco a poco del seno
destacándose va del horizonte,
sobre el éter sereno,
la cumbre azul de un monte;
y así como el bajel se va acercando,
va extendiéndose el cerro
y unas formas extrañas va tomando;
formas que he visto cuando
soñaba con la dicha en mi destierro.
Ya la vista columbra
las riberas bordadas de palmares
y una brisa cargada con la esencia
de violetas silvestres y azahares,
en mi memoria alumbra
el recuerdo feliz de mi inocencia,
cuando pobre de años y pesares,
y rico de ilusiones y alegría,
bajo las palmas retozar solía
oyendo el arrullar de las palomas,
bebiendo luz y respirando aromas.
Hay algo en esos rayos brilladores
que juegan por la atmósfera azulada,
que me habla de ternuras y de amores
de una dicha pasada,
y el viento al suspirar entre las cuerdas,
parece que me dice: « ¿no te acuerdas?».
Ese cielo, ese mar, esos cocales,
ese monte que dora
el sol de las regiones tropicales...
¡Luz, luz al fin! Los reconozco ahora:
son ellos, son los mismos de mi infancia,
y esas playas que al sol del mediodía
brillan a la distancia,
¡oh, inefable alegría,
son las riberas de la patria mía!
Ya muerde el fondo de la mar hirviente
del ancla el férreo diente;
ya se acercan los botes desplegando
al aire puro y blando
la enseña tricolor del pueblo mío.
¡A tierra, a tierra, o la emoción me ahoga,
o se adueña de mi alma el desvarío!
Llevado en alas de mi ardiente anhelo,
me lanzo presuroso al barquichuelo
que a las riberas del hogar me invita.
Todo es grata armonía; los suspiros
de la onda de zafir que el remo agita;
de las marinas aves
los caprichosos giros;
y las notas suaves,
y el timbre lisonjero,
y la magia que toma
hasta en labios del tosco marinero,
el dulce son de mi nativo idioma.
¡Volad, volad, veloces,
ondas, aves y voces!
Id a la tierra en donde el alma tengo,
y decidle que vengo
a reposar, cansado caminante,
del hogar a la sombra un solo instante.
Decidle que en mi anhelo, en mi delirio
por llegar a la orilla, el pecho siente
dulcísimo martirio;
decidle, en fin, que mientras estuve ausente,
ni un día, ni un instante hela olvidado,
y llevadle este beso que os confío,
tributo adelantado
que desde el fondo de mi ser le envío.
¡Boga, boga, remero, así llegamos!
¡Oh, emoción hasta ahora no sentida!
¡Ya piso el santo suelo en que probamos
el almíbar primero de la vida!
Tras ese monte azul cuya alta cumbre
lanza reto de orgullo
al zafir de los cielos,
está el pueblo gentil donde, al arrullo
del maternal amor, rasgué los velos
que me ocultaban la primera lumbre.
¡En marcha, en marcha, postillón, agita
el látigo inclemente!
Y a más andar, el carro diligente
por la orilla del mar se precipita.
No hay peña ni ensenada que en mi mente
no venga a despertar una memoria,
ni hay ola que en la arena humedecida
con escriba con espuma alguna historia
de los alegres tiempos de mi vida.
Todo me habla de sueño y cantares,
de paz, de amor y de tranquilos bienes,
y el aura fugitiva de los mares
que viene, leda, a acariciar mis sienes.
me susurra al oído
con misterioso acento: «Bienvenido».
Allá van los humildes pescadores
las redes a tender sobre la arena;
dichosos, que no sienten los dolores
ni la punzante pena
de los que lejos de la patria lloran;
infelices que ignoran
la insondable alegría
de los que tristes del hogar se fueron
y luego, ansiosos, al hogar volvieron.
Son los mismos que un día,
siendo niño, admiraba yo en la playa,
pensando, en mi inocencia,
que era la humana ciencia,
la ciencia de pescar con la atarraya.
Bien os recuerdo, humildes pescadores,
aunque no a mí vosotros, que en la ausencia
los años me han cambiado y los dolores.
Ya ocultándose va tras un recodo
que hace el camino, el mar, hasta que todo
al fin desaparece.
Ya no hay más que montañas y horizontes,
y el pecho se estremece
al respirar, cargado de recuerdos,
el aire puro de los patrios montes.
De los frescos y límpidos raudales
el murmullo apacible;
de mis canoras aves tropicales
el melodioso trino que resbala
por las ondas del éter invisible;
los perfumados hálitos que exhala
el cáliz áureo y blanco
de las humildes flores del barranco;
todo a soñar convida,
y con suave empeño,
se apodera del alma enternecida
la indefinible vaguedad de un sueño.
Y rueda el coche, y detrás de él las horas
deslízanse ligeras
sin yo sentir, que el pensamiento mío
viaja por el país de las quimeras,
y sólo hallan mis ojos sin mirada
los incoloros senos del vacío...
De pronto, al descender de una hondonada,
«¡Caracas, allí está!», dice el auriga,
y súbito el espíritu despierta
ante la dicha cierta
de ver la tierra amiga.
¡Caracas allí está; sus techos rojos,
su blanca torre, sus azules lomas,
y sus bandas de tímidas palomas
hacen nublar de lágrimas mis ojos!
Caracas allí está; vedla tendida
a las faldas del Ávila empinado,
Odalisca rendida
a los pies del Sultán enamorado.
Hay fiesta en el espacio y la campaña,
fiesta de paz y amores:
acarician los vientos la montaña;
del bosque los alados trovadores
su dulce canturía
dejan oír en la alameda umbría;
los menudos insectos de las flores
a los dorados pístilos se abrazan;
besa el aura amorosa el manso Guaire,
y con los rayos de luz se enlazan
los impalpables átomos del aire.
¡Apura, apura, postillón, agita
el látigo inclemente!
¡Al hogar, al hogar, que ya palpita
por él mi corazón... Mas, no, detente!
¡Oh infinita aflicción, oh desgraciado
de mí, que en mi soñar hube olvidado
que ya no tengo hogar...! Para, cochero;
tomemos cada cual nuestro destino;
tú, al lecho lisonjero
donde te aguarda la madre, el ser divino
que es de la vida centro de alegría,
y yo..., yo al cementerio
donde tengo la mía.
¡Oh, insoluble misterio
que trueca el gozo en lágrimas ardientes!
¿En dónde está, Señor, ésa tu santa
infinita bondad, que así consientes
junto a tanto placer, tristeza tanta?
Ya no hay fiesta en los aires; ya no alegra
la luz que el campo dora;
ya no hay sino la negra
pena cruel que el pecho me devora...
¡valor, firmeza, corazón no brotes
todo tu llanto ahora, no lo agotes,
que mucho, mucho que sufrir aún falta:
ya no lejos resalta
de la llanura sobre el verde manto
la ciudad de las tumbas y del llanto;
ya me acerco, ya piso
los callados umbrales de la muerte,
ya la modesta lápida diviso
del angélico ser que el alma llora;
ven, corazón, y vierte
tus lágrimas ahora!

Fermin toro


Fermín Toro

Escritor, diplomático y político venezolano (Caracas, 1806 - 1865). De formación autodidacta, con sólidos y amplios conocimientos, ingresó en la administración pública en 1828 en cargos aduaneros en La Guaira y Margarita. Fue diputado al Congreso Nacional en 1831. A partir de 1837, empezó a escribir en el diario caraqueño El Liberal con los seudónimos de Emiro Kastos y Jocasias. Viajó a Londres en 1839 como secretario de la misión diplomática presidida por Alejo Fortique; producto de su experiencia londinense, publicó por entregas en 1842 su novela Los mártires, considerada la primera en su género en el país; posteriormente publicaría otras novelas.

De nuevo en Caracas, como funcionario del Ministerio de Hacienda, publicó en 1845 sus Reflexiones sobre la Ley del 10 de abril de 1834. Presidió la comisión encargada de las honras fúnebres al Libertador, con ocasión del traslado de sus restos a Caracas en 1842; su apreciación de estos actos aparece en su obra Descripción de las honras fúnebres consagradas a los restos del Libertador Simón Bolívar.

A partir de 1844 desempeñó varias misiones diplomáticas en España, Francia e Inglaterra; de regreso al país, en 1847, fue nombrado ministro de Hacienda. Designado diputado por Caracas al Congreso Nacional, renunció a esta representación tras los sucesos del 24 de enero de 1848, y no regresó hasta 1858, año en que, derrocado Monagas, presidió la Convención Nacional de Valencia. Nuevas misiones diplomáticas lo llevaron de regreso a Europa en 1860. Ya retirado de la actividad pública, se dedicó al estudio de la botánica y de las lenguas indígenas.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Autores importantes del siglo XIX.

- Fermin Toro (1806-1865)una de sus obras es ''Los Martires''y es considerada la primera novela venezolana.

-Julio Calcaño (1868)una de sus obras es ''Blanca de torrestella''

-Andres Bello (principios del siglo XIX) aparte de ser un personae historico , hizo varias obras , como la poetica ''Silvas''

-Juan Vicente Gonzales : considerado el primer gran escritor romantico de prosa que tuvo venezuela en el siglo XIX. Una de sus obras es ''Ecos de las Bovedas''.

-Juan Antonio Perez Bonalde:fue importante exponente de la pesia lirica en venezuela.Una de sus obras es ''Vuelta a la Patria''

-Manuel fombona Palacios: contribuyo a la incorporacion del modernismo en la literatura venezolana. una de sus obras es el libro ''Palabras''.

Andrez Mata:Poeta,periodista y escritor.fundador del periodico Universal . una de sus obras es ''Idilio tragico''

otros autores fueron : cecilio acosta , manuel fombona palacios, entre otros.

LITERATURA VENEZOLANA DEL SIGLO XIX

Contexto socialhistorico


La literatura de inicios del S. XIX no es muy abundante pues los intelectuales y políticos estaban ocupados en las guerras libertarias. Sin embargo, surge la oratoria como forma alternativa para propagar las ideas independentistas y cuya belleza retórica y estilística hace que se le ubique dentro del espectro literario. En este período sobresale también la producción poética de Andrés Bello, primer poeta en proponer la creación de una expresión lírica americana. Su poesía es considerada como precursora de la temática latinoamericana en la lírica continental, tal como se puede observar en Alocución a la poesía (1823) y en Silva a la agricultura de la Zona Tórrida (1826). En vísperas de la independencia, llega la primera imprenta a Caracas y con ella surgen importantes periódicos, entre los que destaca El correo del Orinoco, a través de los cuales se difunden las ideas libertarias. Sin embargo, antes de la aparición de los primeros periódicos, estas ideas eran principalmente difundidas a través de la oratoria, pues las imprentas españolas difícilmente accederían a la publicación de ideas que atentaran en contra de su hegemonía.

primeras novelas y relatos


Muchos autores coinciden al afirmar que la novela venezolana surge a mediados del Siglo XIX, tras la publicación de Los mártires, de Fermín Toro en 1842. Las primeras novelas venezolanas siguen los postulados de las corrientes literarias que para la época prevalecían en el ámbito mundial. A excepción de las inscritas en el marco del modernismo, movimiento literario de origen latinoamericano. En el tardío romanticismo venezolano, tuvieron gran aceptación las novelas de carácter histórico que se adaptaban al espíritu romántico, como Blanca de Torrestella (1868), de Julio Calcaño. Bajo estas influencias románticas se escribieron muchas novelas de tono sentimental, así como también novelas de denuncia: Zarate (1882) de Eduardo Blanco y Peonía (1890) de Manuel Vicente Romerogarcía. En el grueso de los casos, las primeras novelas venezolanas funcionan como tribunas para denunciar las injusticias sociales, o como instrumentos pedagógicos o de construcción de la identidad nacional

ENSAYOS:Muchos autores coinciden en señalar que el origen del ensayo venezolano se remonta a los años finales del siglo Siglo XIX. En este período los ensayistas se dedicaron a reflexionar en torno a la identidad nacional. El objetivo principal de sus escritos fue el de elaborar las bases ideológicas para fundar la nación recién independizada

POESIA
Poesía en el Siglo XIX [editar]A principios del Siglo XIX Andrés Bello despunta como uno de los poetas más significativos del momento con una obra que se inscribe primero dentro del neoclasicismo y luego dentro del romanticismo. Estos movimientos literarios de origen europeo, al igual que el parnasianismo, tuvieron gran repercusión en los primeros poetas venezolanos. Andrés Bello escribió sus famosas silvas entre 1823 y 1826 en un estilo emparentado con el movimiento neoclásico que dictaba las pautas en la literatura de esos días. Más tarde, mientras se encontraba en Londres, descubre el romanticismo que nutre sus próximos poemas. En ese período, el romanticismo fue acogido por los poetas venezolanos, tal es el caso de la poesía escrita por Fermín Toro, Juan Vicente González y Cecilio Acosta. Sobresale dentro de este periodo la obra de Juan Antonio Pérez Bonalde, quien se inicia como polemista y humorista en revistas y periódicos a partir de 1865. Según algunos autores, Pérez Bonalde es el máximo representante del romanticismo en Venezuela, para otros es el precursor del modernismo. Sus poemas Vuelta a la patria y Niágara están considerados como los más representativos de la obra del autor y de la poesía nacional, en ellos se observan todas las búsquedas del romanticismo aunado a elementos fuertemente biográficos. El parnasianismo reaccionó en contra de los excesos del romanticismo. Proponía una literatura de inspiración clásica, economía de recursos estilísticos y sobriedad de las formas. Se inscriben dentro de estos postulados las obras líricas de Manuel Fombona Palacios, Jacinto Gutiérrez Coll, Andrés Mata, entre otros.